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  1. Journals

Lo que no ha escrito Garra (II)

Sesion

DÍA TRES Y CUATRO. DE BALAS, LLUVIAS Y PAPEO.

Mi nombre es Garra. Vivo en este lugar horrible y maravilloso. En estos largos pasillos salpicados de cubículos y basura, nuestra casa. La mía y la de toda la gente. Porque eso se nos ha dicho siempre. Que los trescientos cincuenta y seis habitantes de este lugar somos toda la gente. Pero bueno, también nos dijeron que no debíamos salir, y estamos saliendo.

Y lo hacemos porque, siendo sinceros, por mucho campo de cultivo que tengamos, si no logramos más comida, vamos a palmarla. Todos. Y, joder, yo no quiero morir. Desperté en mi cubículo, un lugar mío que no comparto con nadie, al que solo se puede llegar volando o trepando, tras derrumbarse, ni se sabe cuando, la escalera que lo unía con la planta baja.

La verdad es que aún me duraba la satisfacción por lo de ayer, por nuestro éxito. Aunque tenía clara cual era mi prioridad: pasar por donde Jefe Genaro y pedir que me dieran la armadura que nos prometió. De todas formas, pasé a ver si Silencio o Leo podían apuntarse a ver al "jefe". Pero el primero estaba haciendo ejercicios y el segundo estaba demostrando su verbo contando con detalle nuestro viaje. Y oye, como que me parece bien. Ser famoso no me molesta. Pero bueno, aún me molesta menos una buena armadura, joder, así que recogí al bueno de Chicharra y fuimos juntos a donde Jefe Genaro

No quiero que se me malinterprete. Jefe Genaro me cae bien. Sabe lo que quiere. Y por lo que he visto hasta ahora paga bien. Coño, ¿no es eso lo importante? Al final, por muy maja que sea la Cúpula del Amanecer, no son operativos. Y si es necesario ponerse serio y poner las armas y los huevos encima de la mesa, pues me parece bien.

Lo imperativo es la supervivencia. Y para eso es necesario actuar. Así que, si Jefe Genaro está dispuesto a colocarse una puta diana, e intentar ganar, pues a ello. Siempre que pague bien. Que no soy, por mucho que algunos se lo piensen, un santo.

Pero bueno, a lo importante. Que Chicharra estuvo encantado de recoger como yo su otra recompensa, y tras un "pequeño discursito de jefe" del Genaro, al que para ser sincero tampoco di demasiada importancia, nos fuimos con unas armaduras cojonudas que había hecho alguna artesana (la verdad es que no me quedé demasiado con el nombre). Vimos, por cierto, que Jefe Genaro ordenaba a 9mm que se encargara de coger a todo quisque un tributo de una bala para defender El Arca si la misma era atacada. Chicharra se hizo el loco, pero por mi parte, me presenté voluntario a defender El Arca si era necesario. Tarde o temprano alguien iba a pedirnos una puta bala. Y sinceramente, prefería defender lo que me iba la vida en defender, a dar una de mis valiosas balas para poder encogerme lloriqueando mientas otros me defendían.

Tras esto, convencí a Chicharra para pasarnos por el zoco de cosas, y tratar de comprar algo, y aproveché que con el cultivo el precio había mejorado un poco para comprar algo de papeo y agua, cosa que hice. Entonces una de las arregladoras de Jefe Peter, la tal Aspirina, se negaba a dar una bala a 9mm, lo que hizo que un matón de Jefe Genaro y otro de Jefe Peter se enfrentaran para terminar en tablas, mientras tanto yo como Chicharra intentábamos meter en Aspirina algo de sentido común. En fin, que a las tablas, entregaron la bala a 9mm si bien señalando que habría repercusiones. Antes de poder pensar en esas posibles y futuras repercusiones, al poco, como si alguien en los Cielos quisiera tocarme los huevos, escuchamos un ruido como si un edificio se viniera abajo. Pero no era para tanto. Al final solo era que caía más lluvia de la que nunca había visto. Vamos, que imposible ir a ver a la Jefa Cruz como tenía pensado, para ver un ratico a la preciosa Sylvida. Salir era una locura, así que aproveché para, de un lado, salvar un poco la cara del bueno de Chicharra que había intentado enterarse de lo que la gente estaba hablando, sin ningún éxito. A ver, Chicharra daba tanto dolor de cabeza como el puto insecto al que se debía su nombre, pero oye, sabía hacer cosas, y era de los míos. Con lo que me acerqué y recordé a esos cabronazos que eran tan feos como Chicharra y que, fuera lo que fuera de lo que estaban hablando, era mejor que lo compartieran con nosotros. Funcionó. Estaban hablando de lo que había contado Leo, así como de otro viaje que había realizado un grupo llevado por el merodeador Ramon y el esclavo El verde entre otros. Nos contaron que se habían enfrentado a ratas, y que habían tenido que volver. Pero antes que pudiéramos ir a ver a Ramon a sacarle información de primera, tuvimos el problema de encontrarnos con el arreglador Sebastian quien resultó tener entre ceja y ceja a Chicharra, aunque a decir verdad era mutuo. Básicamente el problema es que Sebastian pensaba, probablemente con razón, que estábamos hablando de más sobre nuestro viaje. 

Pero, ¿sabes? A la mierda. Quizás Jefe Genaro prefiera que no digamos nada. Pero yo prefiero que se sepa que los buenos de Chicharra, Leo, Silencio, habían sido los únicos en encontrar algo útil ahí fuera. ¿Y sabes quien los guiaba? ¿quién era el merodeador que les guió bien? Has acertado. El menda.

Pero vamos, que no iba a explicar esa mierda a nadie, así que mientras Chicharra y Sebastian se lanzaban puyas me apoyé en una columna disfrutando con el espectáculo. Cuando terminaron, asentí a las palabras de Chicharra, y hablamos un rato. Para ser sincero, estaba deseando ir a ver a la puñetera esclavista, para ver a una esclava muy concreta. Pero, claro, había otras cosas que hacer, y con esa lluvia, arriesgarse a una enfermedad era del género tonto.

Hablamos con Ramon, y nos contó un poco lo que había descubierto. Nada demasiado útil, la verdad, pero bastante para hacerme una idea de lo que buscar en la zona. Quería sacar algo, claro. Y pidió a Chicharra unas prismáticos. Yo aproveché para hacer lo mismo, así que, aprovechando la lluvia, estuve viendo lo bien que trabajaba el jodido Chicharra. Deja que te diga algo: sabe lo que hace. Me regaló unos maravillosos prismáticos, y le dimos a Ramon otros de peor calidad, pero lo bastante buenos como para que pueda encontrar algo al menos una vez y pueda, si se pone jodida la cosa, volver a El Arca.

Al día siguiente pudimos ir a donde la Jefa Cruz. Y coño, soy el primero en reconocer que la muy puta se lo ha montado bien, con todos esos esclavos sirviéndola, y empeñadas en hacerle feliz. Nos preguntó qué queríamos, claro, y le dije lo primero que se me ocurrió. Que éramos independientes, que éramos los únicos que habían sacado algo del viaje al exterior y que, por un precio, podíamos trabajar para otros además de para Jefe Genaro. En el fondo, sin embargo, solo quería saber algo, que de hecho le pregunté. ¿Cuando valía comprarle una esclava?

La Jefa Cruz dijo que no vendía esclavos, solo los compraba. Por entre 15 y 20 balas, y empezó a intentar sonsacarnos o decirnos que compraría a tal o cual. Chorradas. No voy a venderle un amigo. Y, en realidad, quería comprar. Y si no puedo comprar... Me joroba matar a quien me cae bien. Pero si Jefa Cruz tiene que palmarla para que Sylvida pueda ser mía. En fin, gente mejor he visto morir.

Porque quiero que ella sea mía. Hay algo en su belleza, en su forma de moverse. La quiero. La quiero mía. Quiero cuidarla. Y quiero que me sirva. Quiero ser su dueño. Así que esa es la realidad. Sylvida será mía. Y si para eso El Arca tiene que arder, arderá. La imagino arriba, en mi cubil, desnuda, la imagino y... Bueno, supongo que os hacéis una idea. Será mía, y punto. Pero claro, todo eso no se lo pensaba decir a Jefa Cruz así que, tras hablar un buen rato con ella, y que nos invitara a papeo, nos largamos.

Hablé con ella, con esa preciosa hembra, antes de irnos. Nos dio un soplo. Jefa Cruz y Jefe Peter iban, con la conformidad de la Cúpula del Amanecer a recoger el día siguiente una buena cantidad de papeo por si "era necesario". No hacía falta ser un genio para saber que nos iba a tocar amoquinar. ¿Y no era eso el mejor motivo para darnos una vuelta por La Zona? Preparé un viaje que nos debe llevar un par de días. 

Mañana saldremos.