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La Garrael país que ocupa el delta fluvial, cuando la corriente principal del río Blanco se descose en varios cursos entre rápidos traicioneros.

En el estuario de La Garra, protegida por los torrentes helados y los tremedales, se levanta la ciudad de Tridestrin sobre una loma que domina el entorno. Esta es la capital del pueblo de los hombres del río, que dominan el delta desde tiempo inmemorial. Es una nación orgullosa, bien organizada y avanzada, dispuesta a defender su tierra con determinación.

Historia

En los primeros días tras la marcha de los Peregrinos, incontables grupos de humanos, acompañados de otras razas en menor número, cruzaron el Bosque de Ámbar en su huida hacia la costa noreste. Lo hicieron buscando una zona a la que llamar hogar, un lugar apartado de otros grupos de esclavos más agresivos que luchaban encarnizadamente por las tierras que, consideraban, ahora les pertenecían. Así, estos humanos se resguardaron en las frías tierras del norte, donde los ríos y las aguas del Marmarax les permitían pescar y, el metal de sus montañas, forjar armas para la guerra.

Estos grupos, pequeñas naciones en potencia, no tardaron mucho más en luchar entre ellos y, en el año 4045, el gran caudillo hirgur Valavar expulsó a sus enemigos hasta el río Blanco.

Estos se vieron obligados a refundar su hogar entre las ciénagas de la desembocadura del río Blanco y sus traicioneras tundras. Allí, en la zona más céntrica del delta del río, fundaron la ciudad de Tridestrin que sería la capital del pueblo de La Garra en el futuro. Los llamados "hombres del río" se expandieron por el curso del Blanco y sus afluentes, fundando pueblos, ciudades y templos por doquier, formando el Reino de La Garra. Se trataba de ciudades independientes que dominaban a los poblados y villas cercanas bajo el gobierno de señores locales que tejían sus propias relaciones y alianzas con sus semejantes, uniéndose solo para luchar contra los enemigos externos como las tribus hirgures o las tropas de Zabáríax.

Durante los siguientes siglos el pueblo del río se extendería por la costa del Marmarax hacia el sur, hasta la península de El Espolón, donde fundarían la ciudad de Azur, alcanzando el momento de mayor gloria para su reino.

En el año 4355 las tropas zabarias arrebatan Azur de manos de los hombres de La Garra, creando una crisis entre los diferentes poderes fácticos del reino, que habían dedicado más esfuerzos a las conspiraciones internas que a combatir las amenazas externas de las zonas fronterizas. La derrota en Azur supuso un enorme mazazo entre la nobleza y la soldadesca, que se vieron empobrecidos al perder sus tierras, astilleros y negocios en la próspera ciudad, dando lugar a un largo periodo de inestabilidad y conllicto civil que dividió aún más al pueblo del río y permitió a sus enemigos asaltar el país. Incluso Tridestrin fue asediada por incursores hirgures que, tras un corto asedio, lograron tomar la urbe y saquearla.

Los siguientes veinte años, hasta el 4375, fueron bautizados como "el crisol" por los grupos religiosos de La Garra, y marcarían a fuego el presente del reino. En esas décadas tiene lugar el surgimiento de las "Verdades de Arather", prédicas de Ia profetisa Ulroënce para un futuro mejor de La Garra bajo Ia guía de Arather, señor del orden, la guerra y la victoria. El movimiento creció enormemente entre el pueblo, pero sobre todo entre sus nobles, quienes supieron ver en aquel dogma de hegemonía, jerarquia y fuerza militar una herramienta para salir de la decadencia en la que estaban sumidos. En los últimos siglos, cada vez más señores han renegado de los dioses ancestrales de su gente, como Praxis o la Guardiana, para abrazar la nueva fe de Arather. Todo esto daría lugar a la Hegemonía de Hierro, una poderosa orden militar religiosa y el principal poder fáctico del país.

Cultura

Actualmente La Garra ha comenzado a formar un primitivo estado unificado, dotado de instituciones de gobierno y justicia, todas ellas con participación de la Hegemonía de Hierro y con sede en la capital Tridestrin. Es ahí donde la Junta de La Garra, que reúne a representantes de los treinta y tres señores más poderosos del territorio para que gobiernen su país, se organiza mensualmente en la fortaleza conocida como "Bastión de las Marcas". Este sistema alcestral de gobierno, que generó en el pasado conflictos en el territorio e incluso guerras civiles, ha ganado en eficacia tras la reconquista. Una de las principales razones para ello es que, durante el último siglo y medio, casi Ia mitad de los señores de La Garra han jurado fidelidad a la Hegemonía, más por interés militar y económico que por auténtica fe, formando una fuerza cohesionada que aspira a liderar todo el país.

Los diferentes señoríos cuentan con sus propios ejércitos, cuya tropa básica son los guardias de las grandes ciudades reforzados con compañías mercenarias y liderados por nobles entrenados en la lucha y bien equipados. Desde la creación de Ia Hegemonía de Hierro, muchos han incorporado a los miembros de esta orden a sus tropas, lo que incluye desde grandes huestes de monjes y fanáticos hasta recias unidades de paladines de Arather capaces de ganar batallas por sí mismos. Afortunadamente para el reino, cada vez son menos las disputas entre sus señores que desembocan en contienda, y el liderazgo del señor de Tridestrin cuenta con el apoyo de Ia mayoría de ellos para imponer la paz entre las fronteras.

En lo relativo a la religión las gentes del río están acostumbradas a que esta forme parte de su vida, y se encuentra presente en muchos ámbitos del día a día, tanto en ciudades como en pueblos. Desde la llegada de la Hegemonía, el culto a Arather se ha impuesto sobre los otros dioses con quienes compartía panteón dejando a sus fieles y sacerdotes apartados del poder e incluso siendo mal vistos por los más fanáticos. La Hegemonía acapara cada vez más propiedades y tierras gracias a los nobles que abrazan su fe, e incluso numerosos aristócratas envían a sus hijos e hijas a formarse como paladines de la orden para obtener su favor. De igual manera, las leyes en los diferentes territorios del país, que antes dependían de los gobernantes locales, han pasado a seguir en muchos lugares por las normas divinas de Arather, mucho más férreas que Ias anteriores e interpretadas por sacerdotes y paladines que defienden el bien superior por encima del individual. 

EI comercio es reducido en comparación con otras naciones de Ia región y la mayoría se limita a comprar elementos exóticos que no pueden encontrarse en La Garra o a vender los alimentos sobrantes de los numerosos campos de cultivo de las ciudades del sur. Sí es más frecuente el comercio interno, casi siempre por río, entre pueblos y ciudades del sur del río Blanco, mayoritariamente granjeros y ganaderos; y los del norte, cazadores y mineros en su mayoría. Esta distribución y almacenamiento de los alimentos es clave para que las pequeñas poblaciones puedan sobrevivir al invierno ya que las heladas impiden navegar.

El grado de nobleza en su sociedad se mide por Ia cantidad de riquezas y tierras que se poseen, así como por los logros de sus ancestros, siempre respetados por sus descendientes. Sus gentes son guerreros hábiles, herreros extraordinarios y luchadores valientes que hacen buen uso del acero a través de armas pesadas y armaduras resistentes. Además de los humanos, La Garra posee importantes comunidades de enanos, hipótidos e incluso karasus que han hecho de sus frías tierras su hogar.