Hacia el oeste se proyecta un largo espolón de las Montañas Nubladas, lejos, en su parte más septentrional. Sus laderas se extienden 160 km formando una curva hacia el norte, como si apuntase a las ruinas de la maldita Angmar, donde en su día moró el Rey Brujo. El pico más alto, dentado y amenazador de este espolón, es el Monte Gram, un cuerno de roca que se alza sobre las faldas de las otras montañas como si éstas se hubiesen colapsado bajo su peso. Hace miles de años fue fortificado por los enanos que vivían en él, pero ahora lo que alberga son monstruos en una tierra desolada.

En sus profundidades se dice que se encuentra un bastión de trasgos, un intrincado laberinto formado por miles de abismos y agujeros. Durante siglos, los orcos que habitan el Monte Gram han estado luchando implacablemente contra los montaraces que custodian las regiones al oeste de las Landas de Etten, los Páramos Fríos y el Bosque de los Troles, y también contra los guardianes del santuario escondido de Imladris. A sus puertas se congregó el ejército invasor que fue derrotado hace cientos de años en la Batalla de los Campos Verdes, cuando una hueste de hobbits liderada por Bandobras Tuk, el Toro Bramador, se enfrentó a la horda de trasgos del rey Golfimbul.