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Hace 3 siglos Edfraya Ojoclaro, la matrona del clan Rocasangrienta, que era famosa por tener un ojo del color del cielo y otro tan verde como un prado, llegó a los baldíos de Shabana con doscientos soldados, mineros e ingenieros con el fin de explotar una provechosa mina de sal que sus exploradores habían descubierto tiempo atrás. Los Rocasangrienta eran enanos de noble estirpe, que destacaron como grandes asesinos de orcos durante la Batalla de las Encrucijadas, pero sus tierras eran tan pobres como ellos. Aquella expedición era para la joven señora del clan y su gente, la última oportunidad de un futuro próspero. Atrás dejaron familia y reliquias, así como a todos sus aliados. La propia Edfraya dejó a su esposo y a sus dos hijos en el hogar ancestral de Monte Rocasangrienta.

Sin embargo, la minería salina no resultó tan provechosa como habían pensado y, aunque encontraron buen hierro, mineral de las estrellas y rocas preciosas, sus hallazgos no eran lo suficientemente valiosos o raros en Voldor como para hacerse ricos. Además, Shabana resultó ser un lugar más peligroso de lo que habían esperado en un primer momento y numerosos expedicionarios cayeron bajo las zarpas y saetas de los moradores del territorio. Edfraya perdió su ojo azul durante una emboscada de saqueadores insectoides y, si bien su determinación ya era férrea para aquel entonces, este evento la volvió tan dura y cortante como el filo ancestral del Gran Rey. Los Rocasangrienta sobrevivirían, no serían un clan condenado a desaparecer.

Forjaron alianzas con distintas tribus y nómadas que recibieron a los enanos como amigos, así como grandes fortificaciones con roca roja de la sabana. Posteriormente excavaron las primeras minas y finalmente su nuevo salón del clan bajo el río Pardo. En menos de una década los Rocasagrienta se habían instalado con fuerza en el territorio y decidieron traer sus reliquias y a sus familiares del hogar ancestral. Esperaban que aquel frío lugar que les había visto nacer fuera en unos años tan solo algo que evocar con nostalgia en las noches de celebración en su nuevo hogar. Para cuando los incursores de la sabana se quisieron dar cuenta, aquellos pioneros que con tanta facilidad habían sido sus presas eran de pronto los cazadores. Los extraños incursores insectoides que diez años atrás habían mutilado a la matriarca, ahora llamada Edfraya Ojoabismo, fueron cazados hasta su práctica extinción.

Puede que en su ciudad ancestral fueran solo otro clan más de pordioseros, pero en su nuevo hogar son respetados y temidos. Gracias a sus sólidos puestos de avanzada, Ojoabismo comenzó a dirigir el comercio de toda Shabana hacia las Kiralizor, convirtiendo aquellos bastiones en puestos comerciales. Ya anciana, Edfraya Ojoanismo dirige los negocios de la familia mediante intermediarios y vasallos leales, aunque en sus últimos años sueña con volver a ver el hogar ancestral en el que nació. Poco a poco, el mugriento clan de exploradores que habían tenido que transformarse en supervivientes pudo convertirse en uno de comerciantes vestidos con exóticas pieles y perfumados con picantes fragancias salvajes.

Clan Rocasangrienta

Hace tres siglos, Edfraya Ojoclaro, la matrona del clan Rocasangrienta, llegó a la sabana con doscientos soldados, mineros e ingenieros con el fin de explotar una provechosa mina de sal que sus exploradores habían catalogado hacía tiempo. Los Rocasangrienta eran enanos de noble estirpe que destacaron como poderosos asesinos de orcos durante la Batalla de las Encrucijadas, pero sus tierras eran tan pobres como ellos. Aquella expedición era, para la joven señora del clan y su gente, la última oportunidad hacia un futuro próspero o, al menos, con ciertas comodidades. Atrás dejaron familia y reliquias de clan, así como a todos sus aliados. Edfraya
dejó a su esposo y dos hijos en el hogar ancestral del monte Rocasangrienta.

La minería salina no resultó tan provechosa como habían pensado, ni mucho menos. Y aunque encontraron buen hierro, minerales de las estrellas y rocas preciosas, no eran lo suficientemente valiosos o raros en Voldor como para hacerse ricos. Además, la sabana resultó ser un lugar más peligroso de lo que esperaron en un primer momento, y numerosos expedicionarios cayeron bajo las zarpas, lanzas, saetas y maldiciones de los moradores del territorio. Ojoclaro perdió su ojo azul durante una emboscada de saqueadores insectoides, y si bien su determinación ya era férrea para aquel entonces, aquel evento la volvió tan dura como el xion forjado y afilada como la hoja ancestral del Gran Rey, además de cambiar su nombre por Ojoabismo. Los Rocasangrienta sobrevivirían: no serían un clan condenado a desaparecer. No eran los únicos enanos de la región, otros clanes menores y hermandades también habían destinado parte de sus fuerzas en ciertas misiones en la sabana, pero sí los mejor organizados y los más determinados a prosperar. Terminaron por absorberlos en su seno y  convertirlos en honorables miembros del clan, que le dotaban de nueva y renovada fuerza.

Comenzaron a afianzar alianzas con distintas tribus y nómadas que recibieron a los enanos como amigos, así como grandes fortificaciones con roca roja de la sabana a imitación de las vistas en su hogar. Después levantaron defensas alrededor de pozos. Fue entonces cuando empezaron a construir los talleres que atraerían a los elfos Banjora, quienes se convertirían en nuevos aliados del clan. Luego excavaron las primeras minas de hierro y carbón y, finalmente, su nuevo salón del clan bajo el río Pardo. Los fórmigos viajaron hasta esa lejana localización para aprender los secretos de la roca que los enanos les enseñaron a cambio de férreas alianzas. En menos de una década, los Rocansagrienta ya se habían instalado con fuerza en el territorio. Tanto es así que hicieron traer sus reliquias y familiares del hogar ancestral, dejando que aquel frío terreno fuera solo un lugar que evocar con nostalgia las noches de borracheras. Para cuando los incursores de la sabana se quisieron dar cuenta, aquellos pioneros que con tanta facilidad habían sido sus presas de pronto eran quienes los cazaban a ellos. Los extraños insectoides que diez años antes habían mutilado a la matriarca, ahora llamada Edfraya Ojoabismo, fueron cazados hasta su práctica extinción. A día de hoy se han convertido en una leyenda que se cuenta en las cervecerías del clan.

Puede que en su hogar ancestral fueran solo otro clan más de pordioseros, pero en su nueva vida eran respetados y temidos aunque no fuesen conquistadores. Ojoabismo comenzó a dirigir el comercio de la dura región casi desértica hacia las Kiralizor gracias a sus seguros puestos de avanzada, convirtiendo aquellos bastiones en puestos comerciales y caravaneros seguros para todos los comerciantes que pudieran pagar su portazgo o aceptar su financiación. Ya anciana, Edfraya Ojoabismo sigue siendo la matriarca del clan, tan implacable como siempre, si bien en los puestos comerciales y fronterizos opera mediante intermediarios y vasallos leales. Ahora, en sus últimos años, sueña con volver a ver el hogar ancestral en el que nació.

Entre los Rocasangrienta es común la adoración a Karilim (la Guardiana), pues es una de las deidades más amadas por los enanos. Es representada como una guerrera dotada de un enorme escudo y una alabarda, clásicas armas del clan, en posición de guardia, y suele ser invocada antes de un viaje o a su final para agradecer su protección. Otras figuras veneradas por los enanos son sus ancestros, que están enterrados en las catacumbas del clan. Invocan a sus fantasmas para que presten consejo a los vivos a cambio de ofrendas en forma de cerveza, armas y fuego. Así mismo, Praxis es respetado por los soldados más veteranos o por aquellos instalados en los puestos fronterizos más peligrosos. Aparte, algunos enanos adoran a Dekaeler en sus forjas mientras fraguan mejores armas que barran para siempre a los enemigos del clan. Edfraya Ojoabismo es una devota de Deakeler, puesto que está convencida de que solo la avanzada tecnología enana les permitió sobrevivir en la salvaje Shabana.

Los enanos Rocasangrienta son extraños incluso para una raza tan excéntrica como la enana. Poco a poco, el mugriento clan de exploradores que había tenido que transformarse en supervivientes pudo convertirse en uno de comerciantes vestidos con exóticas pieles y perfumados con picantes fragancias extraídas de flores salvajes. Conservan muchos de los atributos de sus familiares de Kiralizor, como el gusto por los trabajos manuales y la tozudez, pero tras tres siglos han desarrollado varias particularidades. Por un lado tienen un enorme gusto por los viajes: los Rocasangrienta, entre risas, dicen que «les pican los pies» si pasan más de una semana sin viajar. Por otro, son anfitriones dedicados a hacer sentir a sus invitados como si estuviesen en su tierra natal. Han adoptado numerosos elementos estéticos vindusinos, fórmigos, zabarios y shabaudi para poder convertir sus moradas en acogedores enclaves, y muchos llegan a marcarse la piel del mismo modo que sus socios comerciales.

Objetivos

Como clan comercial, los Rocasangrienta buscan ante todo el beneficio económico ya sea mediante la obtención de pingües beneficios o asegurando las rutas comerciales en las que se encuentran sus puestos avanzados. Promueven la paz, pues esta es buena para los negocios, e invierten grandes cantidades de dinero para realizar acciones preventivas que puedan evitar un futuro conflicto. Edfraya Ojoabismo, por su parte, aún tiene cierto interés en acabar con lo que resta de los incursores insectoides.

Miembros

El Clan Rocasangrienta está conformado por enanos de muy distinta índole, desde guerreros hasta exploradores dedicados a abrir nuevas rutas comerciales o escoltar caravanas, pasando por mercaderes tan duros como la roca a la hora de negociar. 

Historia completa

Durante el año 4310, Edfraya Ojoclaro, la matrona del clan Rocasangrienta y famosa por tener un ojo del color del cielo y otro tan verde como un prado, llegó a los Baldíos de Shabana desde las Kiralizor con doscientos soldados, mineros e ingenieros con el fin de explotar una provechosa mina de sal que sus exploradores habían descubierto tiempo atrás. Los Rocasangrienta eran enanos de noble estirpe que destacaron como grandes asesinos de orcos durante la Batalla de las Encrucijadas pero cuyas tierras eran pobres y poco útiles. Aquella expedición era, para la joven señora del clan y su gente, la última oportunidad de tener un futuro próspero en vez de languidecer bajo las montañas. Atrás dejaron familia y reliquias, así como a todos sus aliados. La propia Edfraya dejó a su esposo y a sus dos hijos en el hogar ancestral de Monte Rocasangrienta para mantener su legado en caso de que no volviesen.

La minería salina al norte de Shabana no resultó tan provechosa como habían pensado los enanos, y aunque bajo las arenas encontraron buen hierro (mineral de las estrellas y rocas preciosas), no eran lo suficientemente valiosos o raros como para aumentar las riquezas del clan. Además, Shabana también había resultado ser un lugar más peligroso de lo que habían esperado en un primer momento, y numerosos exploradores y mineros cayeron bajo las zarpas de las bestias o las armas de los esclavistas y los gnolls. Incluso Edfraya perdió su ojo azul durante una emboscada de varios saqueadores insectoides. Si bien su determinación ya era férrea para aquel entonces, este evento la volvió tan dura y cortante como el filo ancestral del Gran Rey.

Tras los fracasos iniciales, los enanos forjaron alianzas con las distintas tribus, especialmente con los shabaudi y los fórmigos, además de levantar grandes fortificaciones en varios puntos clave del río Pardo. Allí excavaron minas y su nuevo salón del clan, en una grandiosa cueva bajo el río. En menos de una década los Rocasagrienta se habían afianzado en la región septentrional del desierto y Edfraya decidió traer a sus familiares y reliquias desde su hogar ancestral en las Kiralizor. Para cuando los incursores de las dunas se quisieron dar cuenta, aquellos pioneros que con tanta facilidad habían sido antaño sus presas eran ahora los cazadores. En los años posteriores, los incursores insectoides que diez años atrás habían mutilado a la matriarca, ahora llamada Edfraya Ojoabismo, fueron cazados hasta su práctica extinción.

Aunque en el reino enano de las Kiralizor eran solo un clan más de pordioseros, los Rocasangrienta son en Shabana un poder respetado y temido. Edfraya y sus auxiliares han comenzado a dirigir, gracias a sus sólidas fortificaciones y puestos de avanzada a lo largo del río Pardo, el grueso del comercio entre Vindusan y las Kiralizor, convirtiendo sus bastiones en una ruta de caravanas y puestos comerciales. Una ya anciana Edfraya Ojoabismo dirige los negocios del clan mediante intermediarios y vasallos leales, además de un gran número de centinelas, aunque desde hace un tiempo sueña con volver a ver el hogar ancestral en el que nació. Poco a poco, el mugriento clan de exploradores que tuvo que aprender a sobrevivir en las arenas se ha convertido en uno de recios comerciantes vestidos con exóticas pieles y perfumados con picantes fragancias salvajes.

En su faceta comercial, los Rocasangrienta buscan ante todo el beneficio económico, tanto personal como del clan al completo. Sus centenares de miembros se dividen en familias, grupos numerosos de enanos con vínculos de sangre cuyo líder tiene representación directa en el consejo personal de Edfraya. Estas familias gestionan sus propios negocios y retienen la mayor parte de los beneficios, aunque deben realizar su aportación al clan en todo momento, sea pagando un porcentaje de las riquezas o poniendo a sus soldados al servicio de los intereses de este. A cambio, todas las familias se aprovechan de los tratados comerciales y militares del clan con sus vecinos, en especialmente con la ciudad de Vindusan y algunas de sus grandes casas. Estos son siempre bienvenidos en cualquier fortificación del clan y deben ser defendidos por sus hermanos Rocasangrienta de cualquier amenaza.

Los líderes Rocasangrienta promueven la paz en Shabana, pues es buena para los negocios del clan, y no dudan en invertir grandes cantidades de dinero, influencia y esfuerzos para realizar acciones preventivas que puedan evitar un futuro conflicto. Sus relaciones son cada vez más estrechas con los Banjora y los fórmigos de Vindusan, mientras que otros, como los gnolls o los shabaudi, les ven como incursores que levantan fortalezas y reclaman tierras que no les pertenecen. En una jugada arriesgada reciente, Edfraya decidió desplazar el grueso de sus tropas hasta la ciudad fórmiga de Melionii para defender a sus aliados en la región contra el ataque de los morlocks de Craexhin, que pretendían establecer una cabeza de playa desde la que lanzar incursiones a todo Shabana. La batalla fue cruenta y la propia Edfraya estuvo a punto de fallecer a manos de la poderosa caudillo morlock Kya Drovash, pero finalmente la amenaza pudo ser detenida y las numerosas muertes enanas han servido para cimentar la alianza con sus vecinos.

El clan está conformado únicamente por enanos, aunque de muy distinta índole, desde guerreros y exploradores dedicados a proteger caravanas y descubrir nuevas rutas comerciales hasta por mercaderes tan duros como la roca a la hora de negociar. Cualquier enano puede jurar fidelidad al clan Rocasangrienta si su honor está intacto y es capaz de ofrecer algo importante a cambio. Para ello debe de viajar hasta el salón del clan y solicitar la aprobación de Edfraya y los suyos. Entre los negocios más lucrativos del clan se encuentran la venta de sus excepcionales armas y armaduras, los minerales extraídos de las profundidades de las Kiralizor y todo tipo de exóticas gemas. También son muy apreciados sus servicios como artesanos, destacando sus arquitectos, cerveceros y los conocidos como «kohruen» (reforjadores), capaces de modificar armas de xion forjado para adaptarlas a nuevas formas.