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Sesión 13: Revolución

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Los aventureros avanzaban a través de un laberinto subterráneo, guiados por Fentazha, quien los llevó hasta el Fano, una central subterránea sostenida por cinco esculturas de serpientes. En el extremo opuesto de la sala se encontraba un trono tallado con perfección. Pero lo más impactante eran las cinco cabezas de serpiente debajo del trono, que goteaban sangre hacia una vasija semicircular, desde donde fluía hacia un canal encajado en el suelo. Al sur de este semicírculo, los aventureros vieron un recipiente en el que una sopa borboteaba de un caldero, emitiendo una especie de vapor. Y al oeste, una especie de gong grabado con motivos de serpientes.

Lucius preguntó a Fentazha cuánto tiempo llevaban allí. La mujer les contó que no hacía muchos años, y que estaban esperando revivir a su dios Dendard desde que la ciudad quedó en ruinas. Les explicó que Ras Nsi llegó a Omu engañado por un poderoso Lich que le prometió revivir a Dendard a cambio de proteger una tumba.

Elanord se sumergió en la sopa del caldero y sintió una especie de locura que le recorría el cuerpo. Luego siguió Lucius y despues el resto de los aventureros. Convertidos en yuan tis, por lo menos en apariencia, el grupo procedio a continuar con el plan. Lucius fue el primero quien pasó a través del aura mágica que rodeaba la puerta de la armería al decir la contraseña. Los aventureros vieron varias armas y una figura esquelética se les acercó y les dijo: "Ellos nos dirán la contraseña". La figura se presentó como Urklamu y Lucius le preguntó por la contraseña. Al indicársela, el yuan-ti se retorció en el suelo. Cuando Lucius intentó agarrar el escudo de tortuga, Urklamu se levantó y le dijo: "Solo él puede tocar el escudo". El brujo lo soltó y el yuan-ti se retorció de nuevo. Los aventureros se armaron con las provisiones de la armería y se dirigieron a caminar por el Fano.

Al llegar a la habitación donde los aventureros se habían sumergido en la sopa de sangre, Elanord notó que una de las puertas estaba cerrada. Con cautela, se acercó a la habitación de las letrinas y escuchó murmullos en su interior. Decidió entrar y se encontró con varios yuan-ti y un par de esclavos humanos. Elanord luchó con valentía contra los yuan-ti, desafiando su furia y coraje. Con su habilidad en el combate y su destreza con la espada, logró vencerlos y liberar a los esclavos. Se dirigió entonces al almacén, donde encontró a Lucius, Kranos y Danki.

En ese momento, Petros y Ratko se adentraban en las cuevas de hongos en busca de más esclavos. Intentaron convencerlos de manera sutil, pero los humanos los ignoraron. Ratko intentó convencerlos sutilmente, pero no quisieron saber nada. Petros fue más directo, pero los humanos no le creyeron y se atemorizaron. Fue entonces cuando Ratko tomó del cuello a uno de ellos y lo amenazó. Petros, por su parte, se dirigió en uno de los botes con uno de los humanos y pasó. Dejó al humano en la entrada y volvió con Ratko para buscar a otros dos. Al regresar, Petros y Ratko hicieron piedra, papel o tijeras para ver quién iba a buscar al último humano. Petros perdió y se dirigió tranquilo a buscar al humano. Pero en ese momento, una de las cabezas de la hidra golpeó el barco, y el humano esclavo cayó al agua y fue devorado por la criatura en cuestión de segundos. Petros se salvó por poco de caer del bote, pero los humanos estaban en el suelo hiperventilando.

Elanord había intentado convencer a los humanos que estaban en las letrinas para que se unieran a ellos en su lucha contra los yuan tis. Pero los reptiles malvados no estaban dispuestos a dejar que sus esclavos se escaparan tan fácilmente.

Así que Elanord se retiró, desanimado, y se dirigió al almacén donde se encontraban Lucius, Kranos, Danki y Victorius. Pero Kranos tenía un plan en mente. Les pidió que se quedaran escondidos en el almacén por si algún yuan ti los seguía, mientras él se dirigía a buscar a los humanos que se encontraban en las letrinas con Danki a su lado.

Kranos entró en las letrinas con una actitud altanera, sin siquiera mirar a los yuan tis. "Ustedes vengan con nosotros. Necesitamos tres humanos en el almacén", dijo con confianza. Los otros yuan tis se sorprendieron y se preguntaron qué estaba haciendo Kranos.

Sin embargo, Kranos no perdió su compostura y afirmó que necesitaba a los humanos por orden de Fenthaza, la líder de los yuan tis. Su mentira fue tan convincente que los yuan tis se callaron y permitieron que Kranos se llevara a los tres humanos al almacén.

Allí, Lucius les dio un inspirador discurso sobre la importancia de la libertad y la justicia, mientras Kranos les contaba la verdad. Les dio una palabra clave para que pudieran identificarse como aliados y les encomendó la tarea de reclutar a más esclavos para su causa.

Mientras tanto, Ratko había logrado convencer a algunos humanos para que se unieran a ellos en su lucha. Los llevó al almacén donde Lucius les dio otro emocionante discurso y los encomendó con la tarea de seguir reclutando más esclavos para el día siguiente.

La revolución estaba tomando forma. Los humanos estaban empezando a unirse y a trabajar juntos para derrocar a sus opresores yuan tis. Pero todavía tenían un largo camino por recorrer antes de alcanzar la libertad.

Petros, Ratko y Elanord avanzaban cautelosos por las oscuras mazmorras de la cueva, listos para enfrentar cualquier peligro que se les presentara. Pronto llegaron a una habitación donde se encontraba un pozo lleno de serpientes, rodeado por una pasarela de madera. Petros, valiente como siempre, verificó la estabilidad de la pasarela con un pie antes de avanzar con sus compañeros hacia la habitación que tenían enfrente.

Al abrir la puerta, se encontraron con un grupo de yuan tis impuros que los recibieron con enojo y desconfianza. Petros intentó replicar, pero su voz fue acallada por la furia del impuro, que se mostraba cada vez más hostil. Los aventureros decidieron retirarse y buscar otro camino.

Finalmente, llegaron a otra habitación, donde se encontraron con un pequeño grupo de humanos esclavos que observaban a un yuanti corrupto y dos impuros bañándose en sangre. Ratko decidió adentrarse en otra habitación para investigar, donde encontró a un yuan ti corrupto cambiando de piel mientras dos humanos armados con lanzas lo custodiaban. Pero su presencia fue detectada y fue expulsado inmediatamente.

Mientras tanto, Lucius y Kranos regresaron a las letrinas para intentar obtener información. Allí, fingieron una discusión sobre una supuesta revolución, alegando que habían tenido que matar a algunos humanos que la promovían. Los yuan tis presentes se mostraron interesados en la noticia y revelaron que los impuros no tenían contacto con los humanos y tampoco con los yuan tis pura sangre.

Los aventureros se dieron cuenta de que debían encontrar una forma de unir a los humanos esclavos y los yuan tis rebeldes para luchar contra sus opresores.

La tensión se sentía en el almacén mientras Lucius, Kranos, Petros, Ratko y Elanord se reunían nuevamente. La pregunta del día era qué estaba sucediendo con los esclavos. Decidieron que era hora de investigar y descubrir qué estaba sucediendo en las cuevas.

Kranos se acercó a las letrinas y reconoció a uno de los esclavos reclutados. Sin previo aviso, le dio un sopapo en la nuca y cuando se dio vuelta, le preguntó: "¿Limpio las manchas de aceite?" El esclavo le respondió que sí y Kranos le gritó un poco más antes de irse, pidiéndole al resto que siguiera trabajando.

Mientras tanto, Petros, Ratko y Elanord se dirigieron a las cuevas. Allí se encontraron con un yuan ti corrupto y Ratko decidió enfrentarlo. Después de una conversación en la que el guerrero salió perdiendo, decidieron retirarse.

Kranos y Lucius, por su parte, intentaron encontrar a Fenthaza. Después de un rato de búsqueda infructuosa, decidieron que era mejor descansar y retomar la búsqueda al día siguiente.


Ratko se despertó sudando y con el corazón latiendo a mil por hora. Una sensación de miedo y angustia lo invadió de pronto. Al parecer había tenido una pesadilla muy vívida. En ella, era perseguido por algo que no podía ver, corriendo a través de la oscuridad hasta que, exhausto, caía arrodillado. En ese momento, Acererak aparecía de la nada, decía unas palabras y lo tocaba en el pecho. Una luz salía de su interior y entonces Ratko despertaba.

Aún aturdido por la pesadilla, cuando Kranos se acercó para ver qué le pasaba, Ratko se levantó de golpe y lo atacó con su espada. Por suerte, el clérigo logró detenerlo antes de que lo lastimara. Después de tranquilizar a Ratko, Kranos y Petros trataron de convencer a Elanord y Lucius de esperar antes de atacar a los yuan tis. Querían encontrar armas primero.

En el almacén, Petros y Kranos buscaban la contraseña de la armería, pero descubrieron que había sido cambiada. Lucius fue a buscar a Fenthaza, pero dos guardias se lo impidieron. Después de intentar convencerlos sin éxito, Lucius se reunió con los demás y los convenció de atacar en ese momento.

Juntos, mataron a todos los yuan tis que encontraron en su camino. Sin embargo, hubo un percance con Elanord que los dejó en una situación peligrosa. Aún así, siguieron adelante y fueron a buscar a Fenthaza. Los corruptos no los dejaron pasar, pero Lucius les contó que habían matado a varios yuan tis en las letrinas y habían hablado de una revolución. Uno de los corruptos pidió que lo esperaran y, poco después, regresó con Yaruh, el yuan ti que los había recibido en las celdas.

Yaruh les preguntó qué sabían y si habían escuchado algo sobre una revolución. Les pidió que lo acompañaran a las literas, donde encontraron un panorama desolador. Al ver lo que había pasado, Yaruh dijo "Lo sabía, Ras Ni tenía razón". Les agradeció al grupo y se retiró.

El grupo de héroes se encontraba en una situación desesperada. La revolución que habían planeado estaba a punto de fracasar antes de empezar. Los guardias de los yuan-ti estaban alerta y habían matado a la mayoría de los esclavos que habían intentado unirse a ellos.

Con el corazón en un puño, decidieron ir a buscar a Fenthaza, pero los guardias impidieron su paso una vez más. Elanord intentó engañarlos diciendo que habían encontrado el cuerpo de la sacerdotisa, pero los guardaespaldas no se movieron de su posición.

Kranos, el clérigo, tuvo la idea de tocar el gong para distraer a los guardias y luego intentar pasar. Pero cuando lo hizo, los guardias no se movieron.

Frustrados, decidieron volver a las cuevas donde habían visto al corrupto Issar. Al entrar, escucharon gritos de dolor. Los humanos estaban siendo torturados para que hablen. Kranos y Petros intentaron detenerlos, pero cuando vieron que no podían hacerlo pacíficamente, comenzaron el ataque.

Tras acabar con varios guardaestirpes, uno de los esclavos habló y reveló que sabían de la revolución. Issar, el corrupto, lanzó al esclavo contra ellos y les indicó que corrieran. Pero uno de los guardaestirpes atacó a Danki, uno de los héroes, y los demás escucharon la lucha mientras corrían.

Cuando regresaron, Issar estaba mortalmente herido y les dijo que habían alertado a Ras Ni sobre la revolución y que Fenthaza estaba en peligro. La mayoría de los esclavos estaban muertos y las posibilidades de éxito se habían reducido drásticamente.

Decidieron que tenían que encontrar a la sacerdotisa antes de que fuera demasiado tarde, pero primero tendrían que acabar con los guardias que custodiaban su habitación. Los héroes sabían que la batalla sería dura y que el éxito no estaba asegurado, pero no podían permitirse fallar. Debían hacer lo que fuera necesario para salvar a Fenthaza y acabar con la tiranía de los yuan-ti.

El grupo de aventureros avanzó cautelosamente por el oscuro pasillo, conscientes de que estaban a punto de enfrentarse a uno de los mayores desafíos de sus vidas. Elanord, con su experiencia como ladrón, lideró el camino. Cuando llegaron a una de las columnas del vestíbulo, Elanord arrojó su arma hacia el pasillo para distraer a un guardaestirpe y poder acercarse por detrás y acabarlo de un navajazo. Pero cuando intentó hacerlo por segunda vez, fue descubierto y apenas logró escapar.

Con la adrenalina corriendo por sus venas, el grupo se reunió con Issar, quien les indicó que debían ir a ver a Ras Nsi. Los aventureros sabían que esta era su última oportunidad para salvar a Fentazha y la revolución. Issar se acercó a la puerta de los aposentos del rey yuan-ti y, con su astucia, convenció a los guardias para que los dejaran pasar.

Rápidamente, Sekelok apareció y los llevó a las cuevas. Los aventureros se prepararon para la lucha. Lucius le dijo a Sekelok que debían llevarlos con Ras Nsi, pero Issar le aconsejó que se rindiera, ya que sabía que Ras Nsi no era el mismo desde que fue maldecido.

Finalmente, Sekelok no tuvo otra opción y los llevó a la sala del trono, donde Ras Nsi los esperaba con un aura de peligrosidad y desconfianza

Los héroes se adentraron en la sala del trono con cautela, preparados para enfrentar al temido Ras Nsi. En el centro de la habitación, yacía Fenthaza, la sacerdotisa de Ubtao, golpeada y ensangrentada. El rey yuanti, sentado en su trono, los miró con desprecio y preguntó qué hacían allí.

Lucius tomó la palabra y le explicó que venían a destruir la maldición que acechaba a Omu. Issar, furioso, le gritó que mentía, que el rey les había prometido ayudar a la rebelión. Sin embargo, antes de que pudiera atacar a Lucius, Ras Nsi lo empujó hacia el brujo y agarró a Issar con su cola, apretándolo y asfixiándolo. Luego, con su espada llameante, lo atravesó.

Kranos tomó la palabra y habló sobre la maldición, mencionando que tenían amigos que la padecían. Ras Nsi les prometió darles dos cubos y sacarlos de Omu si podían destruir la maldición, pero a cambio tendrían que matar a Fenthaza. Lucius se acercó a la sacerdotisa, pero Kranos lo detuvo y le preguntó al rey yuanti cómo podían confiar en él.

Ras Nsi hizo una seña y le trajeron los dos cubos. Kranos los examinó y le preguntó si podía transformarlos en lo que eran antes. El rey yuanti les dio su palabra y Kranos pidió a Lucius que cumpliera con el trato. El guerrero tomó su espada y le cortó el cuello a Fenthaza.

De repente, una luz brillante envolvió a los héroes y, cuando esta desapareció, se encontraron en las afueras de Omu, en sus formas normales. Miraron sus manos y vieron que tenían seis cubos en su poder, pero sabían que aún quedaban tres por recuperar.

Con la maldición destruida y el primer paso dado, los héroes sabían que aún tenían un largo camino por delante, pero estaban decididos a salvar a Chult de la tiranía de los yuan-ti y liberar a los esclavos de Omu.