Remove ads by subscribing to Kanka or enabling premium features for the campaign.

Aunque las tierras de los hirgures están muy al norte, son muchos los marineros, piratas e incursores que cruzan el Marmarax hasta el litoral azurita, y una buena parte de ellos termina por asentarse en sus diferentes pueblos y ciudades. Con ellos, junto a sus costumbres tildadas de salvajes, los hirgures traen sus dioses y costumbres espirituales y fundan templos e iglesias allí donde se les permite. Los hirgures dedicados a la lucha, como guerreros, paladines o exploradores, rinden culto a la Guardiana, diosa de la justicia y el valor, a la que también llaman Sifh.

Su relación con la naturaleza y el duro clima del norte, lo que incluye los gélidos y tormentosos mares, hace que haya quienes piden protección ante los elementos a la Madre Abundante. Esta suele nombrarse como Dekantae, nombre heredado de las costumbres de los orcos, que los hirgures han absorbido tras siglos de convivencia. También chamanes y druidas rinden culto a aspectos concretos de la naturaleza, como las nieves o el océano, creando dioses menores con sus propios nombres y ritos.

Tampoco hay que obviar que en la cultura de los hirgures tienen mucha importancia sus ancestros y las hazañas que estos realizaron para llevar a su pueblo a la libertad. Por esta razón creen que las proezas realizadas en vida, especialmente aquellas que implican derrotar a las descomunales bestias que habitan las montañas, los acercan a sus dioses y atraen su mirada divina sobre ellos en forma de bendición. También creen que esta bendición se transmite de padres a hijos, siendo motivo de orgullo desde el nacimiento hasta  la muerte, que incluso otorga estatus social frente a otros hirgures.