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  1. Races

Arimita

Humanoide

Gente sombría y malhumorada, los Arimitas son de tez morena, con cabello largo y negro, ojos oscuros y hundidos, y rasgos duros y francos. Miden entre 1,55 y 1,85 m, y pesan entre 50 y 85 Kg. De corpulencia robusta y dotados de una musculatura notable, son un poco más pequeños que la media archæna. Los varones tienden a ser nervudos y con rostros angulosos. Las mujeres tienden a tener sobrepeso y carecer de encanto. El modo habitual de vestir en esta región consiste en prendas de tela de saco, botas de piel de animal y voluminosos chalecos de piel, adaptados a su trabajo en las granjas y en las minas, y acentuados con pulseras, torques, pendientes y cuchillos de hierro negro. Gustan de trenzar sus cabellos largos y los hombres hacen lo mismo con sus habituales mostachos y barbas.

Ancestros

El origen de los arimitas es incierto; algunos dicen que descienden de los comerciantes Unknown, que a veces navegan hasta Arim remontando el Río Axis, o de las tribus salvajes conocidas como los Unknowns. Los arimitas niegan con vehemencia tales afirmaciones y aseguran que son un grupo étnico diferenciado y único cuyos antepasados han ocupado las colinas de Arim desde el Tiempo Antes del Tiempo.

Sociedad

La población de Arim se divide entre las zonas rurales y las urbanas del país. Los arimitas rurales habitan en chozas de piedra con techos de paja y pisos de tierra. Viven bajo un sistema de tipo feudal, con propietarios ricos que proporcionan tierras cultivables y protección a las familias a cambio de la mitad de lo que cultivan o crían. Sus contrapartidas urbanas habitan en casas de piedra con techos de chapa de hierro negro, habitualmente veteados de óxido rojo. Todas las viviendas de Arim tienen puertas y ventanas de madera gruesa y hierro reforzado, que siempre están cerradas para mantener alejados a asesinos y ladrones.

Los arimitas se alimentan de grano, caza silvestre, leche de Unknown, queso de erdo, tubérculos, y ganado domesticado, principalmente erdos y Unknowns. El Unknown asado es uno de los platos favoritos en el país. En las regiones periféricas de las colinas, los cazadores y tramperos arimitas todavía subsisten principalmente de la caza salvaje, al igual que sus antepasados.

El clan es la unidad más importante de la sociedad arimita, un vestigio de los días tribales. Los lazos de sangre son fuertes y a menudo tienen prioridad sobre las leyes locales. Los matrimonios son concertados por los ancianos del clan. Se espera que los niños, al igual que los arimitas adultos, trabajen a tiempo completo y se ganen la vida, comenzando tan pronto como tengan la edad suficiente para caminar. Los arimitas destacan en el lanzamiento de cuchillos, que sirve tanto como deporte como forma de defensa personal. La mayoría lleva consigo uno o dos cuchillos arrojadizos en todo momento, lo que ayuda a promover la imagen generalmente desagradable que de estas personas tienen los otros talislantanos.

Costumbres

Los Arimitas son personas sin sentido del humor, la mayoría de los cuales viven vidas difíciles trabajando como mineros en la considerable riqueza mineral del país. Tienen debilidad por el chakos, un licor ardiente elaborado en barriles de hierro negro. El abuso de este potente intoxicante está muy extendido en Arim, especialmente entre los mineros con exceso de trabajo, que buscan escapar del tedio de su existencia. Incluso descontando la influencia del chakos, parecen ser rasgos arraigados entre esta gente numerosas formas de comportamiento patológicamente desviado. En consecuencia, los arimitas tienen reputación de rebana pescuezos en otras tierras, una evaluación que según los expertos no carece de motivo.

El tema de la venganza permea la cultura arimita. Los arimitas tienen largas memorias, y nunca olvidan una afrenta o un insulto. Esto es más evidente en la historia del Culto de los Retornados, una sociedad secreta que se especializa en la venganza de alquiler. Cualquiera que pueda pagar sus tarifas, que van desde tan solo diez piezas de plata hasta más de 100,000 lúmenes de oro, puede obtener los servicios del culto. Esto se hace mediante el simple método de publicar un aviso en algún lugar público. La prevalencia del culto es tal que un Retornado, vestido con su habitual capa y velo de color gris nocturno, realizará el servicio deseado al día siguiente.

Se sabe que funcionarios gubernamentales, vulgares trabajadores, comerciantes e incluso amantes celosos y amas de casa furiosas emplean los servicios de los Retornados para resolver disputas o vengar afrentas. La popularidad de este medio impersonal de buscar reparación es tal que, en la mayoría de las partes de Arim, el simple hecho de sacudir o blandir una bolsa de monedas se considera una amenaza de contratar a los Retornados. La única forma en que una víctima prevista puede cancelar un contrato con los Retornados es volver a comprarlo, al doble del precio original.

Gobierno

Arim está aparentemente gobernado por un monarca hereditario conocido como el Exarca, un recluso que habita en la Ciudad Prohibida de Ahrazahd, rodeado de una comitiva de guardaespaldas, concubinas y magos reales. El Exarca gobierna a través de subordinados en Shattra y Akbar, que llevan el título de Jefe Subalterno, Subalterno Segundo, y así sucesivamente. En realidad, el verdadero poder en Arim está en manos de los Retornados, cuya influencia está por todas partes en Arim, e incluso puede extenderse por todo el continente. Tal es el alcance de su poder que el Exarca no se atreve a poner un pie fuera de Ahrazahd por temor a ser asesinado.

Según la ley de Arim, las personas acusadas de actos criminales tienen derecho a contar su versión del caso antes de ser juzgadas, aunque la propensión arimita a tomarse la justicia por su mano a veces hace que tales legalismos queden en nada. El robo se castiga con un período de encarcelamiento en un lugar público; el ladrón generalmente se encadena a un poste, para que pueda ser azotado por la persona que fue robada. Los “asesinatos injustificados”, las violaciones y los crímenes violentos similares se castigan con ahogamiento, y el criminal es encadenado, lastrado y arrojado a un pozo profundo o a un lago.

Magia y Religión

Los arimitas son agnósticos que depositan poca fe en un ser supremo. Raramente practican magia, que la mayoría considera un pasatiempo que solo los ricos o los nobles pueden permitirse. Aún así, algunos incursionan en las artes arcanas o practican la hechicería, y algunos Arimitas se convierten en magos consumados. Los arimitas entierran a sus muertos sin ceremonia.

Artes

A los arimitas no les gustan las canciones, los bailes, la música o el arte, que se consideran una pérdida de tiempo mejor dedicado al trabajo. Para divertirse, les gusta sentarse a beber chakos y contar historias de batallas pasadas, accidentes mineros, notables actos de venganza y vendettas antiguas. Las artesanías arimitas son más funcionales que decorativas, lo que refleja la naturaleza trabajadora de estas personas. Esto incluye el trabajo con metales, la fabricación de arcos y cuchillos arrojadizos de calidad superior, el tejido de telas gruesas pero duraderas, el curtido del cuero y el forjado de armas.

Idioma

Los arimitas hablan una versión de Bajo Talislán, liberalmente aromatizado con una impresionante variedad de maldiciones y epítetos. Su dialecto se considera crudo y grosero, incluso por los otros que hablan Bajo Talislán. Los nombres comunes para los hombres generalmente consisten en dos sílabas, como Hakmir, Yaku y Abdul. Los nombres femeninos generalmente tienen tres sílabas, como Hakmira, Yakuo y Abduli.

Defensas

Arim tiene un ejército pequeño pero muy respetado; Los luchadores de cuchillos arimitas tienen una reputación especialmente temible y son muy valorados como mercenarios. Como comandante en jefe, el Exarca controla a los militares; Sin embargo, aunque el ejército es leal al Exarca, no actuará contra los Retornados. El mayor contingente militar se puede encontrar en la ciudadela de Akbar, que impide que los clanes Ur pasen a través de la Garganta de Akbar hacia Arim.

Comercio

Aunque el lumen estandar es moneda de curso legal, Arim acuña sus propios lúmenes de plata, que están muy extendidos entre la población. Estas monedas se llaman Exarcas, un término al que los Arimitas siempre le han encontrado un sombrío sentido del humor, haciento notar que tanto la moneda como el Monarca “van por detrás del oro”. Arim comercia tanto con Zandú como con Aamán, con la Confederación de los Siete Reinos Reinos, con Faradûn y con los Unknown. El transporte por tierra sigue la vieja Calzada Phædrana, mientras que el transporte por agua sigue la ruta del Río Axis. Los buques y barcazas arimitas nunca pierden de vista la costa. El viaje aéreo es muy complicado debido a las altas montañas que rodean Arim y a las particulares condiciones metereológicas que sufren.

Relaciones Exteriores

Los clanes Ur del vecino Urag y sus aliados representan una amenaza constante para los Arimitas, y son muy despreciados. Los Unknowns de Urag son considerados ladrones, secuestradores de bebés y hombres del saco, y generalmente son asesinados de inmediato. Los Arimitas han librado una guerra contra las tribus Drukh durante más de mil años, y hay mucha mala sangre entre los dos pueblos. Arim es oficialmente neutral en lo que respecta a Aamán y Zandú.

El Montañés y el Mercader de Chakos

Un ejemplo de cómo la costumbre de contratar Retornados para resolver disputas está enraizada en Arim se presenta en la historia del montañés y el comerciante de chakos, un cuento popular arimita. Según cuenta la historia, el montañés volvió de cazar y descubrió que su esposa, en su ausencia, se había hecho con la posesión de un barril lleno de chakos. Habiendo dejado a su compañera con fondos insuficientes para comprar tal cantidad de licor, el montañés comenzó a sospechar del comerciante local de chakos, de quien creía que podría estar buscando obtener el afecto de su esposa dándole valiosos regalos. En consecuencia, el montañés pagó a los Retornados diez piezas de plata para darle un escarmiento al comerciante.

    El comerciante se despertó al día siguiente y encontró su carro desprovisto de sus ruedas, con una nota del montañés advirtiéndole contra futuras indiscreciones. Indignado, el comerciante pagó a los Retornados veinte piezas de plata para envenenar el corcel favorito del montañés. Esto molestó tanto al montañés que de inmediato pagó más de cincuenta lúmenes de oro a los Retornados con instrucciones para que el comerciante fuera golpeado. Al día siguiente, el comerciante de chakos hizo arreglos similares en beneficio de su odiado rival.

    Esta fue la gota que colmó el vaso para el montañés, quien decidió que sólo la muerte de su enemigo sería suficiente para resolver la cuestión. Mientras estaba en la ciudad publicando un aviso para los Retornados, el montañés se encontró con el comerciante, que estaba allí con el mismo propósito. Los dos antagonistas, demasiado magullados y cansados ​​para luchar y casi en bancarrota, decidieron llegar a un compromiso: cada uno aportó la mitad de la tarifa necesaria para asesinar a la esposa del montañés, eliminando así la fuente de sus diferencias. Aliviados de haber puesto fin a su enemistad, los dos hombres se separaron.

    Desafortunadamente, ninguno de los dos volvió a ver al otro vivo. Sin que ninguno de los dos lo supiera, la esposa del montañés era miembro del Culto Retornado, a cuyos seguidores se les prohíbe estrictamente dañar a uno de los suyos.